El informe del Departamento de Estado reprobó a Venezuela, Bolivia y Cuba por su "falta de colaboración" y elogió a Colombia y México, países que al igual que Estados Unidos practican el terrorismo de Estado. A saber, la tortura sistemática, las ejecuciones sumarias extrajudiciales, la desaparición forzosa de personas, el paramilitarismo, los falsos positivos y la tercerización de matanzas selectivas como actos de violencia reguladora burocrática del tipo de las tropas de asalto nazis.
El 5 de agosto, en un nuevo acto de propaganda al servicio de su diplomacia de guerra, el Departamento de Estado difundió en Washington su reporte anual sobre la llamada lucha antiterrorista en el mundo. El informe reprobó a Venezuela, Bolivia y Cuba por su "falta de colaboración" y elogió a Colombia y México, países que al igual que Estados Unidos practican el terrorismo de Estado. A saber, la tortura sistemática, las ejecuciones sumarias extrajudiciales, la desaparición forzosa de personas, el paramilitarismo, los falsos positivos y la tercerización de matanzas selectivas como actos de violencia reguladora burocrática del tipo de las tropas de asalto nazis.
La intención política-ideológica del mensaje mediático propalado por el despacho de la señora Clinton es obvia. No tiene nada que ver con el combate al terrorismo sino con las guerras asimétricas encubiertas del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y la implantación de matrices de opinión que, en el marco de operaciones sicológicas de masas, buscan fijar una agenda política e informativa vía noticias intoxicadas y temas seleccionados y jerarquizados, que repetidos hasta el cansancio lleguen a ser creídos y hasta defendidos. Con Barack Obama en la Casa Blanca persiste y se reproduce la visión conductista, neodarwinista y autista de la administración Bush, pródiga en la generación de violencia y caos urbi et orbi.
Seguimiento:
Sobran ejemplos que permiten calificar de mendaz e hipócrita el reporte del Departamento de Estado. Uno, por su cercanía, vuelve a exhibir el doble rasero de Washington. Nos referimos al caso Francisco Chávez Abarca, el terrorista salvadoreño detenido en Venezuela el 1º de julio pasado, cuando intentaba ingresar en el país con un pasaporte guatemalteco falso. Circulado en Interpol con "código rojo" y jefe en su país de la banda Los Profesionales (que según la Policía Nacional salvadoreña es "una de las principales estructuras del crimen organizado en el ámbito nacional e internacional"), Chávez Abarca es cómplice del criminal internacional confeso Luis Posadas Carriles, autor intelectual de la voladura de la nave de Cubana de Aviación sobre Barbados en 1976, con saldo de 73 civiles muertos.
Condenado por ese hecho en Venezuela, de donde se fugó en 1985, Posada Carriles anda suelto en Miami, Florida, tras ser indultado en 2004 por la entonces presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, luego del intento de asesinato, mediante explosivos, del presidente cubano Fidel Castro, en el marco de la X Cumbre Iberoamericana, en noviembre de 2000.
En julio de 2005, con base en leyes internacionales; la Convención de Montreal de Actos Ilícitos contra la Aviación Civil y la Protección de Pasajeros, y la Convención Internacional contra Actos Terroristas Cometidos con el Uso de Bombas, Venezuela pidió formalmente a Estados Unidos la extradición de Posadas Carriles, pero gracias a la protección del clan Bush, la CIA, el Departamento de Justicia y la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), el criminal sigue apacible desde su casa el juicio que, por mentir a las autoridades migratorias, le sigue la jueza Kathleen Cardone, de El Paso, Texas, a pesar de los datos que posee la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés), que permitirían condenarlo por asesinato múltiple y terrorismo.
Sobre Chávez Abarca cabe consignar que antes de ser deportado a Cuba, donde en 1997 organizó y participó en una serie de atentados con explosivo plástico C-4 contra infraestructura turística de La Habana y Varadero, que ocasionaron la muerte del joven italiano Fabio di Celmo y cuantiosos daños materiales, confesó frente a las cámaras de TeleSur que había recibido instrucciones de Posadas Carriles, a través del guatemalteco Daniel Barrundia (también vinculado a la FNCA), para perpetrar acciones conspirativas y de desestabilización en Venezuela, en vísperas de las elecciones parlamentarias de septiembre próximo. Según el ministro del Interior venezolano, Tareck El Aissami, su misión era cometer actos terroristas en complicidad con "sectores de la contrarrevolución fascista" interna, para generar miedo y caos entre la población.
Ahora que se pusieron de moda en México los coches-bomba y el explosivo C-4 –lo que ha permitido a Estados Unidos incorporar en la agenda mediática el "narcoterrorismo" de los cárteles mexicanos y una respuesta militar intrusiva del Pentágono y la CIA contra esa "mafia-insurgente" (Edgardo Buscaglia dixit)-, conviene recordar que Chávez Abarca y Posadas Carriles están ligados a la mafia anticastrista de Miami. En particular, a la Fundación Nacional Cubano Americana, aquella que alimentara los egos de Vicente Fox y Jorge G. Castañeda y algunos negocios inconfesables en el sexenio pasado.
Igual que en México, donde los ahora llamados "narcoterroristas" han penetrado los círculos del Estado, la política, la banca y las grandes empresas, Posada Carriles y su pupilo Chávez Abarca han contado con nexos protectores en la clase político-empresarial estadunidense, particularmente entre congresistas y magnates de origen cubano. La ruta del dinero conduce, entre otros, a los legisladores republicanos por Nueva Jersey, Robert Bob Menéndez y Albio Sires, quienes ahora deben estar intranquilos por la deportación del sicario de Posadas a Cuba. A Chávez Abarca le consta que Menéndez y Sires estuvieron muy vinculados con el ex presidente de la FNCA, Arnaldo Monzón Plasencia, y el millonario de la industria de la salud Abel Hernández, quienes financiaron los actos terroristas contra Cuba en 1997 y el intento de magnicidio frustrado, ese año, contra Fidel Castro en isla Margarita, Venezuela, durante la séptima Cumbre de Presidentes de Iberoamérica.
Ah, por cierto, el 24 de mayo de 1997, Chávez Abarca estaba en México cuando estalló una bomba en la sede de la corporación Cubanacán en el Distrito Federal.